Camina como un león rugiente buscando a quién devorar


"La confesión de John Battus", es un documento publicado en Dedham, Massachusetts, el año de 1804, unos días antes de que el Battus confesante fuera ejecutado por violación, tortura y asesinato. He dado con él en el catálogo de un anticuario, e inmediatamente han despertado mi curiosidad el particular colofón que lo adorna, tan siniestro como su portada, y el deseo de conocer en qué consistían las confesiones del tal Battus.

El documento en sí es del tipo de los pliegos que vendían por aquí los ciegos a su audiencia con un desarrollo más o menos extendido y versificado, de lo que antes habían recitado ellos en público a viva voz. Era este un negocio que en muchas zonas de España compartían a medias impresores y hermandades de ciegos –reales y simulados-,  tan consolidado que cuando en alguna ocasión los primeros intentaron hacer las ventas por su cuenta, los segundos reaccionaron de modo tan violento que se tuvo que volver al escenario anterior… Pero bueno, esta es una historia que dejo aquí, pues me estoy desviando de lo que contaba.


“La confesión…” es, dentro de lo que se acaba de decir, un ejemplo de aquellos documentos que se publicaban con motivo de las ejecuciones de criminales que estaban en boca de todos y generaban, por tanto, una demanda de información. En ellos se incluían declaraciones de carceleros y religiosos que visitaban al acusado, así como fragmentos de las de éste durante el juicio. “La confesión…” en concreto, es un panfleto de 39 páginas, acompañado de una hoja suelta con un texto similar que describe el crimen de Battus y su prevista muerte en la horca. Es esta última hoja la que se exhibía al público mientras se le explicaba a viva voz su contenido, animándole a conocer más comprando el dichoso panfleto.

Del tal Battus, de la lectura de sus confesiones, a uno le queda un gusto amargo, sucio y repugnante, como debió de ser el tal individuo. Debía tener alrededor de 19 años, y según se contó en el juicio, este joven hijo de esclavos sucumbió pronto y de lleno a "las debilidades de la juventud", sabiéndose que empezó por ser autor de muchos pequeños delitos que cada vez iban a más, hasta que un 28 de junio de 1804 se encontró con Salome Talbot una joven blanca de 14 años, que volvía a su casa de recoger cerezas en una granja vecina.

Durante su confinamiento en la cárcel, Battus recibió la visita de un buen número de "caballeros respetables de Boston, Roxbury y otras ciudades vecinas". Cómo no, también le cupo el honor de recibir a una legión de clérigos que acudió a consolarle y dar ánimo, recomendándole que buscara consuelo en la oración. Sin duda, el reo se había convertido en un personaje de moda junto al cual todos parecían querer estar…

A lo largo de sus últimos días de vida, y con la ayuda de Samuel Doggett, su carcelero, Battus escribió una colección de cartas con un pretendido trasfondo moral, para que fueran enviadas a sus destinatarios una vez ejecutado. Según se cuenta en la documentación que he consultado, una de esas cartas iba dirigida a los padres de su víctima, y en ella, además de la consabida solicitud de perdón, manifestaba sentir el consuelo -para el, está claro-, de que su caso fuera un ejemplo para generaciones venideras:


"Espero que mi caso sea una clara advertencia para todos los jóvenes, tanto blancos como negros, para resistir la tentación del Destructor, que camina como un león rugiente buscando a quién devorar". 


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